Hay motoristas que siguen rodando todo el año y otros que, cuando el frío o la lluvia aprietan, prefieren dejar la moto aparcada hasta la primavera. Ninguna opción es mejor o peor: lo importante es saber cuidar la moto mientras está parada.
Porque si bien puede parecer que no pasa nada por tenerla quieta unas semanas, la realidad es que el tiempo también desgasta la moto. Los líquidos se degradan, las gomas se resecan, el óxido se insinúa y la batería, esa eterna sufridora, empieza a morir en silencio.
Con unos cuantos gestos sencillos puedes evitarlo. Y lo mejor: te aseguras de que, cuando llegue el buen tiempo, tu moto arranque a la primera y suene igual que el último día que la guardaste. A continuación te contamos los mejores trucos y consejos para conservar la moto si la usas poco o nada en invierno.
Dedicar un tiempo al cuidado de tu moto a la hora de “invernarla” te puede ahorrar algún problema importante a la hora de reactivarla.
1. Cuida la batería: la primera en morir
La batería es la primera en resentirse cuando la moto no se usa. Aunque la apagues por completo, siempre hay un consumo residual de corriente por parte de la centralita, los relojes o el sistema de alarma. En pocas semanas, ese consumo puede dejarla completamente descargada, y una batería descargada durante demasiado tiempo pierde su capacidad de carga para siempre.
La solución es sencilla. Si vas a dejar la moto parada más de un par de semanas, desconecta el borne negativo o, mejor aún, usa un mantenedor de batería. Es un pequeño dispositivo que mantiene el nivel de carga ideal y evita el deterioro interno, prolongando su vida útil incluso durante meses. Si tu moto equipa una batería de litio, asegúrate de utilizar el cargador específico, ya que no todas admiten la misma corriente de carga.
Y, por cierto, arrancar la moto unos minutos cada pocos días no sirve de nada. El motor apenas llega a calentarse, la batería no recupera la carga perdida y lo único que consigues es acumular humedad en el escape y el aceite.
2. El depósito, siempre lleno
Dejar el depósito medio vacío durante el invierno es uno de los errores más comunes y dañinos. En el interior se produce condensación, especialmente con los cambios de temperatura, y esa humedad termina convirtiéndose en óxido o en pequeñas gotas de agua que se mezclan con la gasolina. El resultado es una gasolina degradada, que genera residuos, puede obstruir los inyectores o, en las motos más antiguas, los conductos del carburador.
Por eso, antes de guardar la moto, llena el depósito al máximo. Cuanto menos aire quede dentro, menor será la condensación. Si prevés tenerla parada más de un mes, añade un aditivo estabilizador de combustible: evitará que la gasolina se degrade y mantendrá limpio el sistema de alimentación.
En motos de carburación conviene cerrar el paso de gasolina y dejar que el motor se apague por sí solo, para vaciar las cubetas. En las de inyección, basta con llenar el depósito y dejar actuar el estabilizador.
Mantener el depósito lleno es posiblemente uno de los aspectos más importantes antes de un largo periodo de inactividad.
3. Aceite, filtros y mantenimiento básico
Puede parecer lógico cambiar el aceite cuando vuelvas a usar la moto, pero en realidad es mejor hacerlo antes de guardarla. El aceite usado contiene residuos de la combustión, pequeñas partículas metálicas y algo de humedad, una mezcla que puede corroer internamente el motor si permanece meses en reposo.
Haz un cambio de aceite y filtro antes de dejarla parada. Así, el interior del motor quedará protegido con un lubricante limpio y estable. Aprovecha para comprobar el nivel del líquido refrigerante y el estado del líquido de frenos: ambos se degradan con el tiempo y pueden absorber humedad, lo que reduce su eficacia.
Y no olvides la cadena de transmisión. Límpiala con un producto específico, engrásala y ajusta la tensión antes del almacenamiento. Si la dejas sucia o con restos de agua, aparecerá óxido en pocas semanas, y un kit de transmisión nuevo cuesta bastante más que un bote de grasa.
4. Neumáticos: evita las deformaciones
Los neumáticos también sufren cuando la moto pasa meses sin moverse. Al estar el peso concentrado en el mismo punto, la carcasa puede deformarse ligeramente, lo que se traduce en vibraciones o pérdida de agarre al volver a rodar.
Si dispones de caballete central o elevadores, utilízalos para que las ruedas queden en el aire y descargadas de peso. Si no, basta con mover la moto unos centímetros cada dos o tres semanas para cambiar el punto de apoyo. También es importante comprobar la presión antes de guardarla: un neumático desinflado envejece más rápido y se agrieta con facilidad.
En garajes húmedos o fríos, coloca una base de cartón o goma bajo las ruedas, que las aísle del suelo y reduzca el riesgo de condensación. Si el invierno es largo, puedes subir ligeramente la presión (0,1 o 0,2 bar más de lo normal) para compensar la pérdida de aire con el paso del tiempo.
Mantener un mismo punto de presión durante meses es uno de los problemas más comunes para nuestros neumáticos en parones de larga duración.
5. Limpieza y protección
Antes de cubrirla, toca dejarla impecable. La suciedad retiene humedad, el polvo se incrusta en los acabados y los restos de insectos o alquitrán pueden dañar el barniz con el paso de los meses. Una limpieza a fondo antes del invierno es la mejor inversión para conservar el aspecto de la moto.
Lávalo todo con agua y jabón neutro, sécala completamente y aplica una cera protectora en las zonas pintadas. En las partes metálicas o cromadas, usa un producto anticorrosión (tipo ACF-50 o aceite fino). Lubrica cables, estriberas, manetas y cerraduras, y aprovecha para revisar si hay tornillos sueltos o signos de óxido.
Después, cúbrela con una funda transpirable, que proteja del polvo pero permita la ventilación. Evita las fundas plásticas completamente herméticas: el aire atrapado puede condensar humedad y acabar generando moho o corrosión.
6. Dónde y cómo guardarla
El lugar donde duerme tu moto es tan importante como todo lo anterior. Un espacio seco, ventilado y protegido de la luz solar directa es lo ideal. Los cambios bruscos de temperatura o la humedad constante aceleran la oxidación de tornillos, conexiones eléctricas y partes metálicas.
Si no tienes garaje cerrado, elige la mejor zona posible: alejada de tuberías o paredes que puedan gotear, y si es al aire libre, con una funda impermeable de calidad. Colocar una alfombra o cartón grande bajo la moto ayuda a estabilizar la temperatura del suelo y te permitirá detectar fácilmente si hay alguna fuga de aceite o líquido al volver a usarla.
Evita también dejar el freno delantero apretado con una brida o bloqueado durante meses. Si se queda pegado, las pastillas pueden adherirse al disco con la humedad. Usa mejor un calzo en la rueda o un candado de disco sin mantener la presión sobre la maneta.
Bien tapada y en un parking sin humedades, el lugar donde estacionar nuestra moto es vital para su conservación.
7. Volver a rodar: el despertar de la primavera
Cuando llega el buen tiempo y decides volver a la carretera, no basta con girar la llave y salir. Tras un largo tiempo parada, la moto necesita una revisión completa.
Comprueba la presión y el estado de los neumáticos, los niveles de aceite, refrigerante y frenos, y asegúrate de que no haya fugas ni restos de óxido en los discos o tornillos. Si la batería estuvo desconectada, limpia los bornes antes de volver a conectarla. Engrasa la cadena o revisa la correa, comprueba que las luces y el claxon funcionan correctamente y deja que el motor coja temperatura al ralentí antes de emprender la marcha.
Los primeros kilómetros deben ser suaves. Las suspensiones, neumáticos y frenos necesitan recuperar temperatura y elasticidad. Es el momento de escucharla, sentirla y asegurarte de que todo sigue funcionando como debe.
El invierno no perjudica a las motos, la dejadez sí
El invierno no es el enemigo, lo es la falta de cuidado. Una moto puede pasar meses parada sin sufrir si recibe la atención adecuada. No se trata de obsesionarse, sino de tener un mínimo de disciplina y cariño por la máquina que te da libertad el resto del año.
Durante esos meses fríos, tu moto descansa. No envejece, no se deteriora, simplemente espera. Y cuando llega el momento de volver a girar la llave y escuchar su motor, sabrás que todo ese tiempo dedicado a protegerla ha valido la pena. Porque una moto cuidada no se guarda: se preserva. Y cuando despierta, lo hace con más ganas de rodar que nunca.